En una de mis navegaciones virtuales
por la “Web” me encontré con la definición precisa de un término poco
parafraseado, pero constantemente llevado a la práctica por cada uno de
nosotros, y suena hasta hilarante, pues es mucho más lo que hablamos que lo que
actuamos.
Me refiero al sintagma “Gustos
Adquiridos”, la enunciación decía textualmente así: “Un gusto adquirido es una apreciación
sobre un alimento
o bebida,
el cual se considera que para ser verdaderamente apreciado debe existir una
exposición prolongada, parcial o completa a los aromas o texturas, hasta que
llega a ser considerado como algo familiar”.
La particularidad de estos
alimentos o bebidas llamados gustos
adquiridos es que para quienes no están familiarizados con ellos pueden
llegar a ser grotescos, repugnantes y hasta asquerosos.
Características ya
mencionadas en el párrafo de referencia como el aroma, la textura o la
consistencia en el paladar, le dan ese toque de “¿Cómo es posible que se
consuma eso?”, teniendo las costumbres culturales (folklore) y a la identidad
nacional, un papel preponderante en el consumo regular de estos artículos.
La lista de alimentos y
bebidas es amplia y varía mucho de acuerdo a las regiones y países; desde la Morcilla, una salchicha hecha a base de sangre de cerdo y especias, presente en la gastronomía de España y de varios países de América,
el Caviar, huevas
de esturión, un plato exótico y caro por demás, pasando por el Cassu Marsu,
nada más y nada menos un queso
de Cerdeña
que contiene larvas vivas de insectos y llegar al Hákarl, tiburón putrefacto típico de la cocina islandesa.
Bebidas como el Vodka ruso
o el Tequila mexicano, podemos mencionar en esta lista el Ron caribeño, son
tragos fuertes, desagradables y aturdidores por demás pero que a su vez han
ocupado un espacio preponderante en las fiestas y celebraciones de estas
regiones.
Ahora bien, restringir la
definición de “Gustos Adquiridos” a ciertas clases de bebidas y alimentos sería
limitar nuestra percepción. Yo estoy completamente seguro de que muchas
personas, es decir, conocidos, amigos, compañeros de estudios y/o trabajo,
incluso familiares, encajan con una precisión sorprendente en este “perfil”.
Son entes desagradables,
egoístas, extraordinariamente despreciables, que pueden con suma facilidad
rayar en lo insoportable pero que circunstancias de la vida nos llevan a lidiar
con ellas. Y este constante convivir, muchas veces involuntario, con este tipo
de personas nos hace recibir el mote y con razón de “Hijos del Maltrato”.
Lo más lamentable es que
no puedes expresarles a estas personas cuan desapacibles y destemplados son,
porque sumado a esa repelencia natural que inspiran, los malvados son
“hipersensibles” y pecarías de vil, provocando daños irreparables a sus
frágiles sentimientos, si experimentas algún tipo de merecido desahogo sobre
ellos.
Muchas veces el lugar de
preponderancia que ocupan en nuestras vidas, o simplemente estar obligados a
lidiar con ellos a diario nos convierte en unos vástagos vilipendiados.
Por tal y con mucha tela
de donde cortar tengo sobrados argumentos para considerar a incontables
personalidades de nuestras vidas como gustos forzosamente adquiridos, gentes
que hemos tenido que incluir en nuestro diario vivir y han llegado a ocupar,
sin siquiera habernos enterado de cómo, espacios importantes e irreemplazables.
Entonces la verdadera
pregunta es si ellos son “Gustos
adquiridos” o nosotros somos “Hijos
del Maltrato”.
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