El viernes 17 de junio se conmemoró el 111 aniversario de
la muerte del “Último de los libertadores de América”. En esa fecha, pero en
1905, olvidado por la fortuna y deteriorado por la ingratitud, fallece en La Habana, Cuba, Máximo Gómez
Báez.
Días antes, el equipo de Con Miel y Con Hiel fue
invitado por La
Fundación Generalísimo Máximo Gómez, a cubrir el “primer
picazo” para la reconstrucción en Baní, de la casa familiar del líder militar
dominicano. Un evento con una importancia histórica tan trascendental, que
sería un sacrilegio perderse.
Los aprestos para asistir al acontecimiento iniciaron con
la programación de una entrevista al vicepresidente de La Fundación, Carlos Rodríguez Almaguer, un escritor
e historiador cubano que ha demostrado estar comprometido con que el pueblo
dominicano conozca la figura de uno de sus más excelsos hijos.
El jueves 16
a las 9:00 am., se efectuó la conversación con Almaguer,
se acordó un encuentro breve e introductorio; los compromisos laborales no
permitían más de 10 minutos. Pero la inmensidad del nombre de Máximo Gómez no
se puede condensar en 600 segundos. Le tomó al letrado una hora detallar la
importancia simbólica de lo que acontecería 24 horas después.
Una entrevista, que más bien, fue un paseo por la semblanza
del Generalísimo. En esta ocasión el entrevistado no era el protagonista, era
una especie de vocero que desafió los lineamientos del tiempo, y trajo consigo
el mensaje vivo que Máximo Gómez expresa a los pueblos de América.
Surcó la vida de Gómez, su crecimiento como militar, los
personajes que influenciaron sus pasos, sus inicios como soldado, su travesía
por el ejército quisqueyano. Comentó sobre la salida del país y su sorprendente
llegada a Cuba, habló sobre su comprometida integración a las tropas
independentistas cubanas y sobre la designación histórica como Mayor General por el
presidente Carlos Manuel de Céspedes.
--¿Carlos como persona, qué persigue con esta acción
altruista? ¿Busca colocar su nombre al lado del de Máximo Gómez o su intensión
es resaltar la figura de un gran hombre latinoamericano?, pregunté resoluto a
identificar si existe algún trasfondo en esta generosa avanzada.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Almaguer al
comprender el osado cuestionamiento, y se apresuró a responder. -¿Qué busco?,
que los dominicanos conozcan a unos de sus hombres más ilustres, eso nada más
es lo que me interesa. Su respuesta fue breve y escueta, le creí. Sus ojos
destilaban verdad y en el timbre de su voz se acordonó una especie de
patriotismo y admiración hacia un hombre, que de seguro habría dado la vida por
estrechar su mano.
Desde Baní,
hasta Cuba
Baní, el municipio cabecera de la provincia Peravia, fue
la cuna de uno de los militares americanos más gallardos del siglo XIX, Máximo
Gómez, y qué mejor lugar para erigir un museo en honor al libertador de Cuba,
que la tierra donde nació.
Eran las siete de la mañana cuando abordamos un
transporte con dirección a Baní, fue un recorrido tranquilo y refrescante, ver
por la ventanilla las montañas que adornan la entrada a la Región Sur de República
Dominicana fue enriquecedor. Paradas
obligadas para dejar y abordar pasajeros, daban la impresión de que cambias de
posición en la cama entre sueño y sueño, precisamente, el verdor de esos cerros
te hacía creer que soñabas.
Alrededor de hora y media tardó el recorrido, y al poner
un pie fuera de la guagua, el caluroso recibimiento no se hizo esperar. El
intenso sol extendió su mano y nos dio la bienvenida con un cordial y abrasante
saludo. Las 8:30 de la mañana y el calor se posaba en tus hombros como si el
medio día, ansioso, había adelantado su llegada.
Tomó unos minutos para que los sentidos y la temperatura
corporal se adecuaran al ardiente clima. Aún semiaturdidos por el calor,
pasamos revista al lugar, era como si el tiempo se detuvo, ya el sudor se
sentía acariciando el rostro, la pantalla del móvil marcaba el clima: 29º C.,
sensación térmica 33º C.
-¿Prendieron un horno?, pensé.
De pie en la calle Máximo Gómez, preguntamos a unos
transeúntes dónde quedaba el Parque. La deferencia fue inmediata, con una
amabilidad natural un caballero nos indicó la ruta a seguir. Las cuadras eran
cortas, pero el calor las hacía eternas. Erramos la locación, llegamos al
parque equivocado.
Pero extraviarnos fue lo mejor que pudo pasar,
averiguando la dirección correcta palpamos con mayor hincapié lo afable y
desprendido que es el banilejo. No miraban con extrañeza ni desdeño, todo lo
contrario, eran diligentes en responder y con una decencia al hablar que refrescaba la temperatura.
Por fin encontramos el Parque Máximo Gómez, eran las
9:02, al pasar las barandas negras de metal, fue como si nos adentramos a un
portal dimensional que te transportaba a otro espacio-tiempo. Unos jornaleros
podaban los árboles para embellecer la vista, parecía que entramos a una especie de conuco construido con
cemento. De frente, a 11 pasos del portón, una esfinge del Generalísimo te
recibía estoica y vigilante.
A la izquierda, uno de los cinco espacios “jardinezcos”,
divididos por paseos, te enverdecía la mirada, en la misma ala, otro jardín más
se prestaba elegante a ser fotografiado. Detrás de la estatua principal, un
tercer huerto con un robusto árbol de javilla se adueñaba del lugar, en ese
sitio se hará la réplica del bohío familiar de Gómez.
A las 9:22, la parcela de la derecha me silbó, eran unos
pajarillos que jugueteaban entre las ramas de los arbustos; pero puedo asegurar
que escuché el silbido como si me llamaran, me dirigí al lugar, en este se
encontraba un horcón viejo y desgastado, protegido por una caseta abierta de
cemento; el pedazo de palo tenía un aura que lo hacía imponente y rudo. Era la última columna existente de
aquella choza que albergó al líder independentista.
El acto dio inicio pasadas las 10:00 a.m., casi todos los
convocados estaban presentes. No fue un evento multitudinario, pero la señoría
de los invitados le daba una majestuosidad que llenaba los espacios vacíos. El
calor era el único factor que te conectaba con la dimensión dejada atrás al
entrar en el parque,
--“Ni una brisita”, escuché decir a uno de los
trabajadores.
El maestro de ceremonias da apertura a la actividad, las diez-diez
marcaba el reloj, describe el programa que se va a agotar, la prensa local
enfiló sus cámaras, a excepción de nosotros, la ausencia de periodistas
capitalinos era notable. Se entonan los Himnos Nacionales de Cuba y República
Dominicana.
Los invitados están de pie a la izquierda de la estatua
de Gómez, buscaban algo de sombra, se escabullían del astro rey como si su vida
dependiera de ello, no era para menos, en la medida que los minutos avanzaban
el calor se hacía más sofocante.
La ofrenda floral fue realizada alrededor de las 10:20,
para luego pasar a las intervenciones de las personalidades, las palabras de
bienvenida estuvieron a cargo del Presidente de la Sala Capitular del Ayuntamiento Municipal Ney González, quien destacó la importancia
de tal iniciativa para el pueblo de Baní, y el orgullo que sentía.
Quince minutos después se hacía con el micrófono Vinicio Encarnación,
presidente del Movimiento de Solidaridad con el Generalísimo Máximo Gómez, su
discurso fue un poco extenso, pero con una carga socialista y revolucionaria
muy marcada. Y no era para menos, ya que la figura del Che estaba gravada en el
pecho de su camiseta.
Con los ánimos enarbolados, faltando 20 para las 11 de la
mañana, Carlos Rodríguez Almaguer, vicepresidente del la Fundación, toma el
improvisado pódium visiblemente emocionado, su discurso estuvo cargado de
poesía y citas del prócer banilejo. Resaltó la inmensidad del “Napoleón de las
Guerrillas”, encumbrándolo al lado de figuras como Simón Bolívar y José Martí.
A seguidas, se llamó al público a ocupar las sillas
plásticas colocadas frente a la parcela donde se levantará la réplica del
bohío. El sitio estaba deslindado con marcas de cal. A las diez y cincuenta, el
presidente de la Fundación Máximo Gómez, Ivan Peña, se hace con la palabra. Se
dispuso a presentar el acto del “Picazo”.
En su discurso mencionó al Prof. Juan Bosch, ya que el
desaparecido político e intelectual dedicó muchas páginas de su pluma a Gómez,
también se refirió a como se incluyó en la doctrina “del partido” enseñar sobre
de la vida del coloso nacido en República Dominicana y que navegó hasta Cuba
para enarbolar la antorcha independentista.
Tras su interlocución se procedió a otorgar diplomas de membrecía
a algunos de los presentes en la ceremonia, destacándose los nombres de Jorge Zorrilla Ozuna, presidente del Partido Cívico Renovador; Wilton Guerrero, Senador de la provincia Peravia; Rafael Nino Féliz, vicerector de extensión de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Justo a las 11 de la mañana fue presentado el arquitecto Fremio Mejía, encargado de la obra, quien detalló los pormenores del alegórico proyecto.
El caballero pronunció una frase refiriéndose a la choza donde se crió Máximo
Gómez, y cito:
“¿Cómo una
construcción tan sencilla y con materiales tan nobles, pudo dar albergue a
tanta dignidad humana?”
A continuación se procedió a realizar el picazo simbólico
y las fotografías de lugar.
Cerca de las 11:30 llegó al acto el destacado político
Víctor Gómez Bergués, su arribo fue anunciado momentos antes por Ivan Peña,
pero dejó en expectativa su identidad, pues solo lo mencionó como un importante
colaborador y amigo del legado del General Gómez.
Con las palabras de Bergués concluyó el evento, ya era
medio día, la temperatura había aumentado a 38° C., con una sensación térmica
de 42°.
El acto fue emotivo y substancial por demás,
lamentablemente que la juventud brillara por su ausencia. Tal vez invitar algún
colegio o institución hubiese sido una buena medida.
Esta clase de iniciativas, donde se destaquen y den a
conocer las grandes figuras que marcaron nuestra historia como nación, son necesarias
para encender en el pecho de nuestros jóvenes esos valores y principios que
cada día escasean más.
En hora buena Fundación Generalísimo Máximo Gómez,
gracias por tal altruista servicio a la Patria.
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