El vehículo pasó por mi lado
haciendo un zigzag temerario para acceder al parqueo de la clínica, el
sobresalto me hizo reaccionar, apartándome del paseo peatonal. Se detuvo
aparatosamente frente a la entrada, EMERGENCIA, se leía en un letrero de
enormes grafías rojas que servía de vigilante sobre una puerta de cristal
glaseado.
Un intenso dolor de espalda me
obligó a ir a la “Emergencia” para ver si podían ayudarme a apaliar la dolencia,
la impresión del carro alocado me agudizó el malestar y al acercarme atestigüé
cómo del chofer se arrojó del asiento y corriendo bordeó el auto pequeño de un
azul opaco, pero parecía una vuelta maratónica a juzgar por la prisa del señor.
Avancé a la medida que mi espalda
encorvada me lo permitía, pero al ver que de la puerta trasera del vehículo, el
ya sofocado caballero ayudaba a un joven ensangrentado que apenas podía estar
de pie, me preocupé. El cuadro visual me impactó tanto que olvidé el dolor,
creo que hasta se enderezó mi espalda y avancé el paso para abrir de prisa la
puerta opaca y pesada.
-¡Una emergencia! Grité con la puerta sostenida, y un enfermero acudió al llamado de auxilio. –Su seguro. Preguntó el joven con un calzado engomado y medias verdes de rallas amarillas, aún ignoro porqué deposité mis ojos en sus pies, tal vez porque el dolor reapareció y me encorvé de nuevo.
~No ando con eso. Aseveró el hombre que sostenía al acometido, mientras buscaba con su vista un asiento donde poner a descansar el evidentemente aturdido jovencito. ~Su mai viene con el carné. Continuó diciendo, con un tono desesperado, el varón cuyas ropas estaban tan manchadas de sangre como las del averiado.
El hedor seco a medicamento se mezcló con el olor caliente de la sangre que aún emanaba del cráneo abierto, y el aire acondicionado acrecentaba la fétida e incómoda sensación. –No tiene seguro Doctor. Avisó el enfermero a un señor regordete y de baja estatura que se acercaba, su azulado uniforme daba tranquilidad al verlo.
~~Si no tiene seguro, va a necesitar hacer un depósito de 30 mil pesos señor. Dijo en un tono sobrio y desentendido el pequeño hombre de tez amarillenta, aún no se colocaba los guantes y nadie en la sala se acercó a darle los primeros auxilios al afectado. ~No ando con esa cantidad Doctor, y le digo que ya mi mujer viene con el carné del seguro. ~~Y cuánto Ud. tiene, porque somos personas y podemos negociar.
Esa última frase provocó en mí una repulsión tal que no pude aguantar mi reacción.
-Doctor, ¿entendí mal, o Ud. está negociando con una emergencia médica? ¿Qué es esto, un mercado?
Tal vez este relato sea ficticio,
quizá sí fui testigo ocular del hecho, o recogí la experiencia vivida por otro
y decidí narrarla en primera persona. Lo que importa es que ese drama se vive a
diario en las clínicas de República Dominicana, y las anécdotas de personas que
llegan a las Emergencias y se sorprenden al verse sentados es un comercio de
compra y venta de atenciones médicas, abundan.
Muchos médicos han abandonado sus
pasos, y olvidado por completo aquel juramento que hacen ante la sociedad y sus
iguales al graduarse de tan noble profesión. Resumen su conocimiento a los
miles de pesos que se embolsillarán en una activa jornada de “Emergencias”.
“En cualquier casa que entre, lo
haré para bien de los enfermos, apartándome de toda injusticia voluntaria y de
toda corrupción…”
El fragmento anterior pertenece
al Juramento Hipocrático, y refleja a
plenitud ese compromiso del facultativo para con los ciudadanos. No se trata,
en este caso, de una obligación, es una cuestión de DEBER.
Pero la naturaleza dañina del
hombre puede crecer en cualquier estancia, por ende las leyes existen para
aquellos que ignoran su deber y faltan a su juramento.
El Decreto No. 641-05, que
establece el Código de Ética Médica del Colegio Médico Dominicano, en su Art.
10 dice:
“En casos de extrema urgencia y
sea cual sea su especialidad o función, el/la médico debe prestar sus servicios
a cualquier enfermo que se encuentre en peligro inminente, a menos que exista
la posibilidad de suministrarle al/a la paciente otros cuidados más eficaces o
cuando se interponga alguna fuerza mayor.”
Y más aún, avancemos hasta el
Art. 15:
“El/la médico no deberá ejercer
en función de comercio, y a ese efecto queda explícitamente prohibido toda
manifestación de tipo sensacionalista, relacionada con la medicina, que no
tenga por objeto un propósito exclusivamente educativo o científico.”
No puede estar más claro, sumado
a ese deber moral y voluntario, el médico tiene la obligación legal de no
comercializar sus servicios. Con esto no implicamos que ellos no deban lucrarse
de su profesión, es un trabajo y son merecedores de un salario justo, que cubra
sus necesidades.
Pero de ahí a usar la angustia
que representa para un paciente de una “Sala de Emergencia” con el objetivo de
engordar sus bolsillos, dista mucho de ser un asalariado en su campo laboral.
Vemos en las Redes Sociales el
clamor de los afectados y la protesta de los familiares en las puertas de las
Emergencias.
Lee el comentario aquí. |
Un reportaje firmado por Katherine Guillen para platiniumtv.com da cuenta de cómo
“Los
pacientes que ingresen en estado de emergencia a la Clínica Universitaria
de Especialidades e Investigaciones del Centro Médico Cibao- Utesa, deben hacer
un depósito de al menos 100 mil pesos para ser atendidos”, señaló
Guillen citando un comunicado que circula en las Redes Sociales.
Ya basta de mercadear con esas
afecciones médicas de las que nadie tiene control, y de las que ninguno de
nosotros sabrá cuando se presenten, por eso las llaman EMERGENCIAS, ¡Por Dios!
Estoy apelando a esa decencia que
cada uno de los profesionales de la medicina tiene en su corazón, pretendo
recurrir a esa ética que cada uno de ustedes posee y los identifica como entes
de bien.
Estas letras son un clamor por
aquellos que no tienen voz y deben marcharse a sus hogares, en una madrugada
fría y lúgubre, con el mismo dolor urgente que los obligó a salir apresurados
de sus camas, para que una mano tierna y capacitada calme su afección.
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