martes, 25 de octubre de 2016

Final de una Sequía

Misticismo, maldiciones, cábalas, ensalmos, nigromancias; son algunos de los términos espiritistas que surgen de golpe y porrazo, cuando dos equipos, cuyo factor común son las décadas sin saborear un campeonato, se encuentran en el más atractivo de los escenarios beisbolísticos. Estas palabras envuelven situaciones que trascienden al juego mismo y convierten la competencia en un supersticioso duelo de azarosos acontecimientos o afortunadas consecuencias.

Hoy, 25 de octubre del 2016, los Chicago Cubs y los Cleveland Indians se rebelan contra la historia, harán lo imposible para detener una racha, más que negativa, maléfica en su haber.

De un lado, el equipo perdedor por excelencia del deporte profesional norteamericano, Chicago Cubs aspira a ganar su primera Serie Mundial en 108 años, muchos para cualquier terrestre y más aún si es fanático de algún deporte.

El mejor récord de las Grandes Ligas en esta temporada (103-58), logrado por los Cachorros de Chicago, se diluye en el tortuoso e inquietante pensamiento de un supuesto hechizo, que a más de un incrédulo ha hecho replantear su posición sobre la existencia de sortilegios y fuerzas sobrenaturales capaces de mutilar los sueños de gloria de más de cinco generaciones.

Esos mismos Cubs que tal vez no cuentan con un fanático que haya celebrado su último triunfo en una Mundial, hoy comienzan una batalla para devolver a su ciudad ese gozo y romper con la famosa "Maldición de la Cabra". Tal vez Dorothy Farrell sea la fanática más longeva de los oseznos, con 90 años de edad celebrados en el mismo estadio Wrigley Field el pasado 8 de mayo, donde desde 1984 ha ocupado el mismo asiento prácticamente a diario.

Dorothy Farrell

Mencionar a Frank Chance hoy no sonaría común a nuestros oídos, este fue el capataz de esos Cubs de 1908, quienes fueron los primeros en ganar dos mundiales seguidas, quien no corrió con la "mala suerte" de Philip K. Wrigley de recibir sobre sus hombros, un 6 de octubre de 1945, la ira de un tabernero de la zona, Billy Sianis, cuando lanzó su maldición: “Los Cubs no ganarán nunca más. Los Cubs nunca ganarán la Serie Mundial hasta que no le permitan a la cabra ingresar a Wrigley Field”.


¿Habrá utilizado todo su odio o poderes malignos ese día Sianis, cuando conjuró a los Cubs a tan desdichada odisea? Nunca lo sabremos, pero con algo parecido a poderes, por el uso de la tecnología, otro personaje nos hizo saber que esa maldición tenía fecha de vencimiento. Hablamos de ciencia ficción, porque la película de Robert Zemeckis "Volver al Futuro", nos indicaba que los Cubs ganarían la Serie Mundial del 2015, como el mercadeo nos habla de los márgenes de error, y un año más o menos me haría suponer que Nostradamus no reencarnó en este director, pero picó cerca, porque vemos un equipo con fuerte potencial de triunfo.


Pero, esa es una cara de la baraja. Baraja, porque estamos envueltos en este mundo deportivo
-esotérico de esta Serie Mundial 2016; del otro lado están los de "La Tribu", los Cleveland Indians, los mismos que con 68 años sin ganar una Mundial, suman 176 entre los dos conjuntos. Ese mismo Cleveland que se describe así mismo diciendo: “Nosotros somos guerreros".

Unos Indios que también se han visto satirizados en el cine, cuando el director David S. Ward en "Mayor League I y II", los llevó a ganar el Clásico de Otoño de la mano del personaje Rick "La Cosa Loca (Wild Thing)" Vaughn, interpretado por Charlie Sheen y el santero jugador latino que caracterizara Dennis Haysbert, "Pedro Cerrano".


"Si quieres chicos que corran rápido y que tiren duro, ve a encontrarlos. Nosotros tenemos jugadores de béisbol en este equipo; 25 tipos que pueden competir dentro de las líneas, y estamos disfrutando mucho lo que estamos haciendo. Somos una mierda, pero somos asombrosos”. Palabras de Jason Kipnis, segunda base de los Indios. No sé si estas palabras describan a la perfección a "La Tribu", equipo que vio su último trofeo de la mundial en el 1948, pero sí es un grito de guerra, que infunde ánimo y coraje a un grupo de jóvenes que no estuvieron ese año, pero sí quieren hacer historia.


Cabe destacar que aquel año en el que Cleveland obtuvo su último campeonato, se vivía la encarnada lucha de la integración racial en la sociedad estadounidense y existía paralelamente Las Ligas Negras. Larry Doby y Satchel Paige formaron parte del equipo campeón, ambos fueron los primeros jugadores negros de la historia en alzarse con el trono de las Grandes Ligas de Béisbol.

Desde entonces el Cleveland ha estado presente en las Series Mundiales del 1954, 1995, 1997 y estarán en la presente 2016, manejados por un conocido capataz, Terry Francona, quien los llevó a barrer a los Boston Red Sox (3-0) en la Serie Divisional, en la despedida de nuestro legendario coterráneo David Ortiz, para luego derrotar a los Toronto Blue Jays en la Serie de Campeonato de la Liga Americana (4-1).


La importancia que representa para las fanaticadas de estas franquicias ganar la Serie Mundial, sobrepasa la maquinaria económica que significa llegar al "Clásico Octubre", donde una boleta cuesta el mínimo de US$ 585.00, y en reventa (mercado negro por internet) alcanzan cifras topes de 45 mil dólares.

Conquistar el anhelado cetro, significa hacer añicos más de un siglo de sufrimientos para los Cachorros y casi siete décadas de frustraciones para los Indios. Tiene que ver con ese dolor que aprieta el pecho de impotencia, al repetir mentalmente, acostado boca arriba en tu cama, sin poder conciliar el sueño, esa doble matanza que en condiciones normales el defensor de las paradas cortas completaría rutinariamente, pero que una maldita piedrecita en el terreno complicó la recogida y evitó la sencilla ejecución.

Es el sin sabor de un strike en la esquina de afuera, que a la vista de todos los feligreses ponchaba al bateador para acabar el partido, pero que para el umpire del plato fue bola, lo que alargó el turno y en el siguiente lanzamiento conectó de hit, impulsando la carrera que devolvió al centenario equipo al abismo de la derrota.

Tiene que ver con ese gélido retorno a la casa al salir del estadio perdido, cabizbajo, desmoralizado, con un nudo en la garganta que ahoga la pregunta de ¿Qué pasó, si el juego estaba en las manos? Con los ojos llorosos, las banderas rotas y el alma destrozada. Es acabar con la desdichada tradición de volver a engavetar las esperanzas hasta la próxima temporada, pues "el que viene será el año nuestro".

Con la humillación de ser el participante de la MLB que más tiempo lleva sin lograr el título, los Cubs se verán la cara con unos Indians con hambre de escribir una nueva historia, dos equipos que hoy nos hacen ver la mundial con un enfoque diferente de disfrute, ya que cada día se jugará con corazón, alma y deseo de no continuar ahogándose, y ver el final en la sequía.





Corrección: @jcrhenriquez


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